martes, 16 de febrero de 2016

La historia se acelera

La historia se acelera


Aunque parezca estos últimos días lo contrario, que estamos parados, esperando no se sabe bien qué. A ver si ya se alumbra el nuevo gobierno. Y todo vuelve a la ‘normalidad’. No es eso, no es eso.
La realidad de los últimos años es todo lo contrario de un pulso detenido: lo que percibimos es que el cambio político se ha acelerado. Que ya nada puede volver a ser como antes –del 2011-.
No ha sido sólo el 15M, no fue sólo el prometedor despertar de la primavera árabe, ha sido la maduración de un proceso, el llegar a mayoría de edad del COMÚN de las personas. Que ya no aceptan más seguir siendo tratadas como menores, tuteladas por las élites. Las mismas élites que en las crisis últimas se han mostrado descarnadamente egoístas, y evidentemente incompetentes. No pueden seguir pretendiendo nuestra confianza. Ni siquiera el argumento tecnócrata –las élites preparadas son las únicas que lo saben hacer- sirve para disimular que no buscan el Bien Común, sino el de la oligarquía.
ladillo fidel 1A partir de esta toma de conciencia, el resto del proceso es cuestión de tiempo. Como decían hace casi 50 años refiriéndose a lo imparable de la descolonización: ‘No tenemos miedo, no tenemos prisa’.
De los propios sectores dirigentes va a depender que la apertura a la Democracia Real se haga por las buenas, en paz, con ilusión; o por las malas, a través de la triste senda del sufrimiento y la lucha. Ya poca gente, muy poca entre las generaciones más jóvenes, se va a resignar a que le manden, a confiar en el criterio de ‘los que saben’ (de economía o alguna otra magia para gobernar). Se les ha visto el truco. Se sabe ya que la controlan a su servicio.
La gente Común reclama su soberanía, decidir qué quieren hacer de sus comunidades, de su dinero. Quieren, queremos, participar, decidir, de verdad. Como que hemos alcanzado la mayoría de edad, social, colectiva.
Esto tiene muchas consecuencias, muchas expresiones: se piden primarias abiertas, presupuestos participativos, revocatorios para las personas representantes de cada comunidad, se reclama que dejen de ser representantes apoderados y pasen a ser portavoces de colectivos empoderados, de comunidades capaces de decidir por sí mismas.
ladillo fidel 2Se reivindican fórmulas de autogestión económica, se recela de decisiones ajenas, que vienen de centros de poder fuera del control de la gente real; se mira al pasado más o menos idealizado de comunidades soberanas, de intentos heroicos (mis queridos COMUNEROS). O se sueña en futuros utópicos de participación real, y se habla de una <nueva política>…
En ese contexto, surgió una fórmula más o menos institucionalizada a nivel estatal, español, para llevar a cabo este cambio: <Podemos>, intentando recoger, como alternativa electoral, ese espíritu de renovación.
La idea no era del todo original, había precedentes en algunos territorios, pero así, ofrecida en los grandes medios de comunicación, era nueva para mucha gente. Y con ese entusiasmo creció su notoriedad, en el año previo a las municipales y generales.
Pero en las municipales parecía que la aceleración de la historia iba deprisa hasta para los que habían inventado la nueva fórmula, y recelaron, y pretendieron esperar. Inútilmente.
El impulso seguía creciendo con vida propia, y surgieron las candidaturas del cambio, las confluencias, los ‘Ganemos’, el Ahora Madrid y el Barcelona en Común.
Con tanta fuerza, que nadie podía esperar que no sólo Barcelona, sino también Madrid, Valencia, Zaragoza, Cádiz, Coruña, Santiago… vieran semejante vuelco en sus Ayuntamientos.
El siguiente paso estaba cantado: sumando el <Ahora> madrileño, y el <en Común> barcelonés, había que hacer una confluencia estatal para las generales, y tomar el gobierno central. La dialéctica iba así absorbiendo la propuesta primera, y su posible antagonista (previo o posterior).
Esto creaba, y aún crea, resistencias.
ladillo fidel 3Me recuerda aquel momento, hace un siglo, cuando las vanguardias artísticas apenas se presentaban y habían sido aceptadas, cuando ya surgía un nuevo ‘-ismo’ que las dejaba atrás. Daba la sensación, el vértigo, de que quien observase siempre se iba a quedar anticuado. Pero era así. Esa loca carrera, desconcertante, sólo iba a culminar cuando se dieron por superados los –ismos, y la libertad creativa destronó definitivamente a la pintura académica naturalista.
Del mismo modo, cuando ahora desde las bases de Podemos, y desde otros grupos –algunos de larga tradición, otros nuevos- se llama a nuevas confluencias, hay que entender que es un proceso dialéctico no sólo necesario o conveniente, sino ya previsto en el primer paso, algo que debe ir envolviendo grupos y colectivos, y movimientos sociales y sindicales, en márgenes cada vez más amplios, hasta que lleguen a ser dignos de una mayoría social, de una masa crítica suficiente para el cambio real.
Hay que desbordar el estrecho círculo de los iniciados, de los activistas.
No se trata de cambiar –hacia el ‘centro’ hacia la moderación, hacia la renuncia- las propuestas y los programas, buscando la opinión media. Eso es desvirtuar, perderse, entrar en un juego de posicionamientos más propio del marketing, aquí muy accesorio.
No, no es una cuestión de posibilismo. Ni menos de oportunismo.
Al contrario, sólo entendiendo la radicalidad del cambio político en marcha, se podrán hacer organizaciones y estructuras que se ajusten a su amplitud. El resto será intentar ponerle un andamio a las olas, a las mareas.

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