jueves, 12 de noviembre de 2015

Hora de valientes

Hora de valientes



Lara Hernández


   Vivimos tiempos convulsos, en los que se hace difícil atisbar certezas, tanto políticas como vitales. De todos modos, existe, al menos, una certeza: el régimen del 78 está en crisis. No cabe duda de que asistimos al final de un modelo que se encuentra agotado. Pero la cuestión no trata simplemente de constatar su defunción, sino de tratar de averiguar cuál es la salida que entre todas debemos articular y construir. Cuál es la alternativa.
Hernández_LaraAntes de nada, debemos entender que si el régimen del 78 consiguió instaurarse y resultar, en cierto modo, viable, fue porque logró articular un consenso de las capas sociales hacia sí mismo. El motivo fue que consiguió habilitar un marco de cierto bienestar material para que el conjunto de las mayorías sociales lograran un nivel de vida tolerable. Recordemos, en este contexto, la frase del dictador: “Todo atado y bien atado”. Lo que hizo la dictadura franquista fue asentar las bases de un modelo que posteriormente la transición terminó por apuntalar. Sin embargo, ese cierto bienestar material se rompe definitivamente con la crisis económica de 2008.
Esta ruptura trae consigo dos consecuencias. En primer lugar, las mayorías sociales se descuelgan de ese bienestar; y en segundo lugar, se produce una crisis de legitimidad, tanto política y social como económica. Todo ello es lo que llamamos crisis del régimen. ¿Por qué acuñamos el apellido régimen a esta recesión? Porque no se trata de una crisis coyuntural sino que es orgánica. Para entendernos: si el régimen y las élites dominantes quisieran volver a los años anteriores a 2008, tendrían que hacerlo con una salida neoliberal. Es decir, aplicando todas las políticas que ha venido instaurando el PP y que empezó el PSOE al final de su última legislatura: disminución de los salarios, destrucción de la negociación colectiva, condena a la precariedad a las generaciones jóvenes, finiquito del sistema de pensiones, desigualdad entre hombres y mujeres, etc. No podrían volver a la situación anterior a 2008 de otra manera. Si quieren sostener sus beneficios no pueden hacer otra cosa que no suponga aplastar a las mayorías sociales. Por ese motivo, la recuperación del ciclo económico hay que hacerla a costa del consenso social.
Llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿en qué situación nos encontramos los sectores alternativos a este sistema neoliberal? ¿Hemos hecho los deberes? El debate acerca del escenario político actual se determina en función de la cantidad y la calidad de los deberes realizados. Para ello, por tanto, no podemos no pararnos en el 15M, el hito que inauguró el proceso de ruptura en el marco del Estado español. Desde los años 80 hemos asistido al paso de una sociedad fordista a una postfordista, esto es, la figura del obrero de mono azul que se referenciaba en un modelo de movilización y organización de los sindicatos y partidos clásicos ha ido desapareciendo en favor de unas generaciones jóvenes que se han visto atadas a nuevas formas de trabajo.
Es justamente este último sector postfordista el que encuentra una vía para ejercer el protagonismo político en el 15 de mayo. Nace entonces un nuevo sujeto político que si bien no es el único, cambia el tablero y se convierte en hegemónico. Es cierto que en las calles no estaba protestando ni movilizado el 99% de la población, pero no debemos centrarnos en un análisis cuantitativo, sino cualitativo, ya que aquella movilización tuvo el potencial de representar a la mayoría social. Es hegemónico porque obliga a los tres sectores de la izquierda (social, sindical y político) a remodelarse y adaptarse al nuevo escenario.
La izquierda social ha sabido adaptarse, miremos si no al movimiento feminista, ya que es el que más ha comprendido esta adaptación, logrando grandes victorias a través de sus reivindicaciones, llegando al punto de derrocar a un ministro. El pasado 7 de noviembre, sin ir más lejos, marca una fecha histórica en el calendario de la defensa de los derechos de las mujeres.
En la izquierda sindical, lo más representativo ha sido el paso de un modelo de huelgas generales que se miden en base al cómputo del descenso de consumo eléctrico a un modelo de huelga ciudadana. Además, hemos asistido al surgimiento de las mareas, que supusieron la unión en la  movilización de los distintos conflictos sectoriales que pasan a ser protagonizados por las y los trabajadores junto con los afectados: en la marea blanca vimos a los médicos con los pacientes; en la marea verde, al profesorado con el alumnado… Todos ellos movilizados conjuntamente en defensa de los servicios públicos. Incluso podemos hablar de las marchas de la dignidad, que han sabido unir a la izquierda social del 15M con la izquierda sindical clásica.
La pregunta que nos sobrevuela ahora es: ¿qué pasa con la izquierda política? ¿Ha hecho los deberes? Algunas formaciones políticas vivieron intensos debates e intentos de refundación que consistieron en aglutinar a los sectores contrarios al régimen que se encontraban dispersos, ese cuerpo social afectado por la crisis que estaba disgregado en distintos sectores y luchas. A pesar de su fracaso en tiempo y forma en aquel momento, el objetivo de la conformación de un único bloque social y político capaz de hacer frente a la alternancia del bipartidismo construyendo una alternativa, sigue hoy día más vigente que nunca.
Si el 15M nació en las plazas y se hizo adolescente en la movilización social, tiene por delante todavía una posible edad adulta, que el pasado 24 de mayo ya apuntó: la unidad orgánica de todos los sectores populares y sus traducciones sindicales, sociales y políticas. Ejemplos como Galicia y Cataluña avanzan en esa estela de cara a las próximas elecciones generales. Aquellos que no sepan estar a la altura del momento, tener amplitud de miras y sobre todo, situar los problemas de la gente en primer lugar, se quedarán en el camino. El reto es enorme y la disyuntiva sencilla: emplazarse a un futuro o seguir anclados en el pasado. Es tiempo de mujeres y hombres valientes.
(*) Lara Hernández es Responsable de Convergencia de Izquierda Unida.

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