miércoles, 20 de enero de 2016

Los abogados laboralistas del despacho de la calle Atocha, historia viva



Los abogados laboralistas del despacho de la calle Atocha, historia viva
Los abogados laboralistas del despacho de la calle Atocha, historia viva
La Fundación Abogados de Atocha de Comisiones Obreras de Madrid trabaja desde hace años para que los abogados de Atocha continúen vivos en la memoria de la sociedad, especialmente en la de los jóvenes. Es un homenaje continuo a los abogados asesinados el 24 de enero de 1977 en Atocha 55: Luis Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez y a sus compañeros malheridos, Alejandro Ruiz-Huerta, Luis Ramos, Dolores González y Miguel Sarabia (ver anexo 1).
Imágenes del funeral
Imágenes del funeral
Para interpretar los hechos acaecidos en el despacho laboralista de la calle de Atocha, 55, en Madrid, hay que remontarse tiempo atrás porque el asesinato de los abogados laboralistas no fue una iniciativa aislada de dos ultraderechistas que querían sembrar el terror. Lo sucedido en Atocha fue la última tragedia en la recta final de la lucha contra el franquismo, el preámbulo para recuperar la democracia en este país.

La lucha comenzó el 18 de julio de 1936, cuando el general Francisco Franco se levanta en armas contra el gobierno legítimamente constituido. A partir de aquel día, el pueblo español, individual y colectivamente, comienza a batallar por recuperar la libertad durante 40 años. Pero en esas cuatro décadas hay fechas muy significativas.

En el año 1956, el Partido Comunista de España (PCE), partido ilegal que encabeza desde el interior del país las movilizaciones de oposición al régimen, lanza lo que sus dirigentes denominan la Política de Reconciliación Nacional, un gran cambio estratégico y que, además de superar el enfrentamiento civil, pasa por cambiar las formas de combatir el franquismo. La idea es clara: ya no es suficiente la pelea en solitario, hay que  tender la mano para que colectivos profesionales, el movimiento obrero, el universitario y otros colectivos puedan organizarse para combatir la falta de libertad.

En noviembre de 1975 muere Franco y se incrementan ampliamente las movilizaciones. Una vez fallecido el dictador hay que evitar que se perpetúe el franquismo y hay que procurar alcanzar un espacio de libertad en el que convivan todas las fuerzas políticas de nuestro país.

Continuismo – Reforma
En Diciembre se constituye el Gobierno Arias – Fraga,  primer gabinete de Juan Carlos I, recientemente proclamado Rey por la Ley de Sucesión franquista. A lo largo del primer semestre de 1976 se manifestaría la dificultad de llevar a cabo reformas políticas, lo que provocaría un distanciamiento cada vez mayor entre Arias Navarro y el Monarca .

Los sucesos de Vitoria , en el mes de Marzo, con cinco trabajadores muertos, sesenta heridos graves - la mitad de bala -  y cientos leves y de Montejurra (Navarra) en Mayo, con dos personas muertas y varios heridos por disparos, en el cual estuvieron implicados los Servicios de Inteligencia del Gobierno (SECED), proyectaban ante el mundo el rostro cruel de un gobierno agónico.

Las respuestas autoritarias ante los conflictos y pretender que la reforma se podía hacer sin contar con la oposición acabó con el intento de un proceso pseudo-dialogante, tutelado e incompleto.

Al primer Gobierno de Arias Navarro le sustituye el encabezado por Adolfo Suárez, quien entiende que la solución al aislamiento que vive el país pasa por una reforma mas incisiva, aunque controlada, en la que no se desvelan qué partidos van a ser legalizados. Se pretende que el PCE quede excluido de las primeras elecciones generales. Reducir el espectro ideológico desde la derecha franquista a la socialdemocracia.

Comienza la "estrategia de la tensión”. Una vez más los dos tentáculos, extrema derecha y extrema izquierda, son manejados por los Servicios de Inteligencia del Gobierno. El 11 de Diciembre es secuestrado en Madrid el Presidente del Consejo de Estado Antonio María de Oriol y Urquijo, político y empresario que se movía en los círculos ultraconservadores. El secuestro es atribuido al GRAPO, un oscuro grupo izquierdista infiltrado por la Policía y que marcará todo el periodo de transición política.

El 15 de diciembre de 1976, Adolfo Suárez convoca un Referéndum para la Reforma Política. En esa consulta hay un amplio respaldo al SÍ y el sector más vinculado al franquismo que defiende el NO, consigue apenas un 7 por ciento de los votos. La Ley de Reforma Política es promulgada el 4 de Enero de 1977.

Cuarenta y cinco días después del secuestro de Oriol ocurre la matanza de Atocha. Pero, ¿qué pasa en esos cuarenta y cinco días? En ese periodo, en Madrid, el fascismo campa a sus anchas en connivencia con algunos sectores de la Policía político-social, acosando, agrediendo y aterrorizando a la ciudadanía, entre ellos a los abogados laboralistas que trabajan también como abogados de barrio. El sector inmovilista del Régimen empieza a pensar que no hay vuelta atrás y que peligran sus posiciones en el entramado del poder. Por ello diseñan una campaña perfectamente organizada para crear las condiciones de desestabilización que permitan una intervención militar en el país, es decir, provocar un nuevo golpe de estado.

Alejandro Ruiz-Huerta, uno de los abogados sobrevivientes, recuerda muy bien lo que sucedía en las semanas anteriores al atentado. "En Madrid había una huelga muy importante del sector del transporte, protagonizada por diversas fuerzas sindicales, especialmente  Comisiones Obreras , que se coordinaba desde el despacho de Atocha. A ese proceso sindical se unía el proceso político que vivía el país, con la Ley de Reforma Política aprobada y con las vistas puestas en un proceso que debería conducir hacia la democracia".

El 23 de enero, un día antes del asesinato de los abogados de Atocha, la ultraderecha asesina disparando por la espalda al estudiante Arturo Ruiz, en el transcurso de una manifestación en la que se pedía amnistía para los presos políticos.

Al día siguiente, el 24 de enero, lunes, los ciudadanos se levantan con la noticia del secuestro del Teniente General Villaescusa, presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, la acción, otra vez más, es realizada por el siniestro GRAPO. Al mediodía en otra manifestación de repulsa por el asesinato del día anterior, un bote de humo lanzado por la Policía a corta distancia impacta sobre la frente de la estudiante universitaria Mariluz Nájera, causándole la muerte. En el país flota una gran tensión que va a culminar en la noche de ese lunes 24 de enero de 1977.

¿Quiénes eran los abogados laboralistas?
Una de las consecuencias que nace de la política que promulgaba la creación de espacios de libertad y que va cuajando en las universidades, en los sectores culturales y en los grandes núcleos industriales, fue el surgimiento de los despachos laboralistas, la única herramienta al alcance de los trabajadores para defender jurídicamente sus intereses, ya que la alternativa era el sindicato oficial, el Sindicato Vertical. Éste no sólo era incapaz de asesorar y asistir a los trabajadores sino que difícilmente podía sacar adelante un conflicto laboral ya que de su estructura  también formaban parte los empresarios.

El primer despacho de abogados laboralistas se abre en la madrileña calle de la Cruz, en diciembre de 1966. A él le seguirían otros en varios puntos de Madrid y en municipios como Coslada, Alcalá de Henares, Alcobendas, San Sebastián de los Reyes, Móstoles…Su misión, en principio, era asesorar y asistir jurídicamente a los trabajadores en todas las materias vinculadas al Derecho del Trabajo (despidos, conflictos colectivos, demandas de salario…). Pero esa labor se amplió pronto para dar asistencia al incipiente movimiento ciudadano que surgía en el país y en concreto en Madrid, en barrios como Vallecas o Palomeras. Los abogados laboralistas se convirtieron así también en abogados de barrio, asesorando a las nacientes asociaciones de vecinos en todo lo que necesitaran, desde la elaboración de estatutos hasta la lucha contra la especulación urbanística de los barrios periféricos de la capital.

El principal recuerdo que atesora Alejandro Ruiz-Huerta del despacho laboralista es que era un trabajo colectivo. "Nosotros trabajábamos en equipo, no sólo en las actuaciones jurídicas, judiciales o puramente administrativas sino también en la cuestión del salario. En el despacho de Atocha todo el mundo cobraba lo mismo, el personal de secretaría, los abogados, los administrativos… del primero al último. Este sistema de trabajo igualitario se extendía también en la toma de decisiones. Todos los que trabajaban en Atocha tenían voz y voto, idéntica posibilidad de decisión”.

Los ingresos provenían del fruto del trabajo. No cobraban por asesorar, ni por consulta, ni por juicio perdido en Magistratura de Trabajo. Sólo se cobraba un porcentaje sobre el resultado económico del juicio, cuando éste era favorable al trabajador.

Con este planteamiento, el trabajo se repartía en grupos de dos o tres abogados, que se encargaban conjuntamente de llevar cada expediente. "Éramos gente seria, profesionales, que sabiendo rascar en las leyes del franquismo encontrábamos alternativas para muchos problemas de los trabajadores. Y eso, nosotros, lo explotamos a conciencia. Hacíamos camino, jurisprudencia mucho más abierta, ampliábamos los derechos de los trabajadores y por eso creo que nuestro trabajo fue muy importante. Ese trabajo nos resarcía totalmente", recuerda Alejandro Ruiz-Huerta.

Generalmente eran jóvenes que, en su mayoría, pertenecían a familias de clase media, media-alta, algunos con ilustres apellidos, que podían haber optado por una vida mucho más tranquila y más compensada económicamente. En cambio, las ansias de libertad les condujo a militar en el Partido Comunista de España y en CCOO y a desarrollar un papel que fue fundamental en el proceso hacia la democracia. Ellos formaban parte de la vanguardia de este país.

¿Qué pasó en la noche del 24 de Enero?
"Recuerdo aquella noche como si fuera hoy. Estábamos preparando una reunión de coordinación de los abogados de barrios. Aún esperábamos a algunos que no acababan de llegar. Había un intercambio de conversaciones sobre lo duro que era ese día, un día terrible de la transición, la muerte de Mariluz Nájera, el secuestro de Villaescusa, la reunión de la oposición democrática con el Gobierno, un día tensísimo políticamente pero apasionante y esperanzador porque parecía que, por fin, se nos abrían las puertas del futuro para la libertad y la democracia…

…en esa situación, nuestra sorpresa fue mayúscula cuando entran unos pistoleros, uno con un pistolón tremendo, otro con la cara cubierta, al parecer había otro vigilando la salida, y allí nos ponen con las manos en alto, en un bosque de manos y de corazones en tensión tremenda, esperando, nos preguntan por Joaquín Navarro, el líder del sindicato del Transporte que algunas noches había estado por allí por problemas de seguridad.

No se encontraba  allí. Javier Sauquillo, probablemente era el que más sangre fría tenía en ese momento, les contestó que no estaba en el despacho y era verdad. Se suceden unas circunstancias extrañas, un tiro que se dio uno en el anorak al darse con el quicio de una puerta, el nerviosismo de los dos que nos están apuntando, se desencadena una tormenta de disparos terribles, en dos secuencias distintas, que nos tira a todos por el suelo, nos tapa los cuerpos de unos con los de otros y cuando estamos en el suelo nos rematan otra vez…

…de ahí en adelante, un silencio total y la necesidad de volver a sobrevivir…" Es el relato entrecortado y emocionado de Alejandro Ruiz-Huerta, uno de los que sobrevivieron a aquel espantoso suceso que se cobró la vida de Luis Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez y dejó malheridos al propio Alejandro, Luis Ramos, Dolores García y Miguel Sarabia.

El después
En la medianoche del lunes 24 de enero de 1977, apenas una hora y media después del atentado de Atocha, sonaron muchos teléfonos. La noticia corrió como la pólvora entre los militantes del PCE, de Comisiones Obreras, de los movimientos ciudadanos, universitarios, profesionales…. Conmoción, preguntas, nervios, tensión, rabia, dolor. Los que en ese momento tenían una responsabilidad en las empresas por sus cargos sindicales y los que estaban ligados al PCE reciben una consigna clara y contundente: hay que mantener una absoluta tranquilidad, controlar cualquier elemento de desestabilización. Una vez cometida la masacre, lo que se pretende es que se dé un paso en falso para justificar la salida de los militares a la calle, tener una coartada para la intervención militar. Todos entienden lo que pretende la extrema derecha.

El 25 de enero de 1977, cuando se acudió a los centros de trabajo. Los cargos sindicales convocaron asambleas permanentes, se transmitió tranquilidad a todos los trabajadores y se estuvo a la espera de los acontecimientos.

El 26 de enero se celebró por las calles de Madrid un multitudinario entierro. Cientos de miles de personas despidieron a los abogados de Atocha asesinados, transmitiendo su solidaridad y volviendo a clamar por la libertad. Pero ese clamor no se dijo con palabras. La consigna era el silencio. Ni gritos, ni lamentos en voz alta, ni voces de apoyo al partido, ni a los sindicatos. Tenía que ser y fue una manifestación impresionantemente silenciosa y serena. De rabia, de dolor, de lágrimas…de gritos de silencio.

El mismo Rey Juan Carlos sería testigo sobrevolando, en un helicóptero que él mismo pilotaba, la Plaza de las Salesas y el Colegio de Abogados, lugar donde fue instalada la capilla ardiente.

Alejandro Ruiz-Huerta cree que la respuesta de la gente en Madrid el 26 de enero es una de las raíces de la democracia. "El responder con silencio, sin provocaciones, sin revanchismos, sin devolver violencia por violencia, con paz, libertad, democracia y con serenidad fue la clave de que a partir de ahí pudiéramos construir entre todos la democracia".

El 9 de abril de 1977 era legalizado el PCE. El 15 de junio se celebraron las primeras elecciones libres en este país y el pueblo se volcó avalando su decisión de construir una democracia parlamentaria. El triunfo es para la UCD de Suarez. En diciembre de 1978 se votó la Constitución en referéndum, obteniendo un respaldo abrumador. Se convocan nuevas elecciones generales el 1 de Marzo de 1979 y la UCD vuelve a vencer .

El juicio
En marzo de 1977 se detuvo a los presuntos implicados en la matanza de Atocha. Los asesinos frecuentaban un bar cercano a la sede del Sindicato Vertical en el que alardeaban de la autoría de los hechos. Pero hubo que esperar tres años para que se celebrara el juicio.

La vista oral y pública del juicio ante la sala de lo penal de la Audiencia Nacional se celebró entre el 18 y 26 de febrero de 1980. Fueron días de tensión, de voces de jóvenes exaltados mostrando su solidaridad con los culpables y faltando el respeto a las víctimas, de agresión con y sin palabras, y, lo más sangrante e importante, de acciones procesales sorprendentes, como que el juez instructor Gómez Chaparro - que provenía del Tribunal de Orden Público - concediese un permiso a uno de los implicados, Lerdo de Tejada, circunstancia que éste aprovechó para huir. Tras esta fuga, el asunto pasa al juez Barcala titular del Juzgado Central número 3 y las cosas se suceden con mayor normalidad y rapidez.

La sentencia del "Juicio de Atocha" se dicta el 29 de febrero de 1980 en estos términos:

José Fernández Cerrá, de 34 años, y Carlos García Juliá, de 24 , ambos miembros de FE de las JONS, son condenados, cada uno, a 193 años como autores de nueve asesinatos, cinco consumados y cuatro frustrados, y de tenencia ilícita de armas. Fueron los dos ejecutores materiales de la matanza. Leocadio Jiménez Caravaca, de 57 años, excombatiente de la División Azul y militante de FE de las JONS, fue absuelto de toda relación delictiva con la matanza de Atocha pero condenado a cuatro años, dos meses y un día por tenencia ilícita de armas.

Francisco Albadalejo, de 51 años, secretario del Sindicato Vertical del Transporte Privado de Madrid y vinculado a FE de las JONS. La sentencia dice que formaba parte del mismo grupo activista que Cerrá, García Juliá y Jiménez Caravaca y que gozaba de fuerte predicamento, ascendencia e influjo sobre los dos primeros. Después de la matanza, fue informado de lo sucedido por Cerrá y García Juliá. Ayudó a los autores de la misma, facilitó su huida e impidió la identificación de la pistola utilizada por García Juliá. Fue condenado a 73 años como inductor de un delito de asesinato, como encubridor de cuatro asesinatos consumados y cuatro frustrados y por un delito de tenencia ilícita de armas.

Gloria Herguedas, 24 años, novia de Cerrá y vinculada a FE de las JONS, fue absuelta de encubrir la matanza de Atocha pero condenada a un año por tenencia ilícita de armas.

Durante la instrucción sumarial falleció el procesado Ramón Simón Fernández Palacios, funcionario del antiguo Sindicato Vertical de Transportes de Madrid. El procesado Fernando Lerdo de Tejada no pudo ser juzgado por estar en situación de rebeldía tras fugarse aprovechando un permiso durante la Semana Santa de 1979.

No se pudo llegar más arriba del secretario del Sindicato Vertical del Transporte por mucho que lo intentó la acusación particular. Por diferentes motivos, entre otros, porque la instrucción del sumario fue más bien una destrucción y  porque eran momentos complicados. Aún así fue el primer juicio que se hizo al franquismo en este país y el primero en el que se condenaron a franquistas.

Memoria viva
Los sucesos de Atocha siempre han representado para Comisiones Obreras de Madrid unos acontecimientos que van más allá de una efemérides, una fecha en el calendario, los abogados de Atocha son una figura insertada en la sociedad y su recuerdo está cada vez más presente, son una memoria viva por lo que supusieron para alcanzar la libertad en este país.

Alejandro Ruiz-Huerta cree que los sucesos de Atocha han permanecido en el silencio mucho tiempo pero que poco a poco eso está cambiando. "La fuerza de nuestros compañeros de Comisiones Obreras, a los que les agradeceremos toda la vida lo cerca que han estado de nosotros, ha sido muy importante. Y es cierto que en los últimos años, numerosos ayuntamientos han recordado a los abogados de Atocha poniendo sus nombres en calles, plazas, polideportivos, áreas culturales, etc., la memoria se está extendiendo".

A pesar de ello, él considera que aún queda mucho por hacer. A su juicio, la gran mayoría de la gente "o no tiene ni idea de lo que fue Atocha o tiene una idea desvirtuada, tergiversada porque tenemos la desgracia de que la memoria de la transición no ha llegado de verdad a la gente y eso tenemos que solucionarlo porque una democracia no puede funcionar si no se conocen sus raíces y las raíces son la memoria".

La Fundación Abogados de Atocha de CCOO-Madrid brega a diario para explicar y recordar el significado de lo ocurrido en Atocha; lo tiene como misión perenne: "Nos parece que es fundamental que los más jóvenes, que han nacido en libertad y que nunca podrán imaginar lo que es una situación privada de ella, conozcan aquello. No hay ningún ánimo de volver al pasado eternamente, ni nostalgia, ni romanticismo. Estamos convencidos de que si somos capaces de transmitir lo que cuesta la libertad, nuestros jóvenes estarán en mejores condiciones de entenderla, respetarla y defenderla".

En su recuerdo
A lo largo de los años han sido numerosos los homenajes en recuerdo de las víctimas de Atocha. Comisiones Obreras siempre estuvo en la cabeza de los actos y reconocimientos. Es de destacar la creación de la Fundación Abogados de Atocha (2004) y dando su nombre al Centro de Empleo y Formación de CCOO de Madrid, situado en la calle Sebastián Herrera, 14.

En 2007, en recuerdo a los ausentes se adoptó como lema las palabras de Paul Éluard …"si el eco de su voz se debilita, pereceremos".

Pero estos homenajes de CCOO-Madrid son sólo una muestra de los rendidos. El Estado español les ha concedido la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo y la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, la más alta distinción que se da en la Judicatura; la Comunidad de Madrid les otorgó la Primera Distinción a la Tolerancia que se concedía. Además, en estos momentos, 25 municipios madrileños y muchos más en toda España tienen alguna calle, parque, plaza o edificio público que lleva el nombre de los Abogados de Atocha o de alguno de sus integrantes.

Continuando con este amplio reconocimiento y después de muchos años de reivindicación sindical (CCOO) y política (IU y PSOE), el Ayuntamiento de Madrid erigió en 2003 un grupo escultórico en la Glorieta de Antón Martín, a escasos 30 metros del número 55 de la calle de Atocha, que representa "El abrazo” del artista valenciano Juan Genovés. Este monumento es una recreación tridimensional del cuadro del mismo nombre que el autor pintó para simbolizar la amnistía, una de las principales demandas durante la Transición.

A grandes rasgos y en síntesis ésta es la historia de los Abogados de Atocha.





Anexo 1


LOS NUEVE DE ATOCHA 55, EN ENERO DE 1977

 Luis Javier Benavides Orgaz, Ángel Rodríguez Leal, Javier Sauquillo Pérez del Arco, Serafín Holgado de Antonio, Enrique Valdelvira Ibáñez, Luis Ramos Pardo, Miguel Sarabia Gil, Dolores González Ruiz y Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell.


Luis Javier Benavides Orgaz, “Luisja” para sus amigos, había nacido en Villacarrillo (Jaén). Tenía muy claro que su actividad en el futuro estaría relacionada con el campo, con los sindicatos campesinos. Estaba entregado al marxismo y al cristianismo. En Vallecas atendió a numerosos clientes, a pesar de que el barrio estaba perseguido por el franquismo. En Hortaleza participó en las primeras asociaciones clandestinas de vecinos. Era sencillo y abierto. Fue él quien, sin saberlo, abrió la puerta a la muerte. El 24 de enero tenía 27 años.

Ángel Rodríguez Leal, era de Casasimarro (Cuenca). Cuando le despidieron de Telefónica llevó su caso al despacho de los abogados y finalmente se quedó a trabajar allí. Llevaba las tareas de organización de documentos, que tanta falta hacían. Era por tanto el único que no había estudiado Derecho. Horas antes de que acontecieran los hechos que cambiaron la historia de aquel despacho y la historia de España, le dio a Alejandro un bolígrafo de marca inoxcrom que éste metió en el bolsillo de su camisa. Le dijo que “le haría falta”. El 24 de enero tenía 26 años.

Javier Sauquillo Pérez del Arco, nació en Ceuta. Empezó a trabajar en el despacho de abogados laboralistas de la calle General Oraá, que posteriormente se uniría con el de Modesto Lafuente. En abril de 1972 se incorporó al despacho de la calle Españoleto, su lugar de trabajo más “estable”. Sin embargo, su experiencia se extendía a Vallecas, Móstoles, Alcorcón… Era una persona con una dedicación total a su trabajo y con las ideas claras, que decía todo sin necesidad de hablar. Estaba casado con Dolores González. El 24 de enero tenía 29 años.

Serafín Holgado de Antonio, era de Salamanca. Había entrado en el despacho de la calle Atocha unos días antes para aprender el oficio mientras estudiaba alguna asignatura que le faltaba para terminar la carrera. Era increíblemente trabajador, lleno de vida y de energía, y alargaba las horas de trabajo hasta el máximo. Era tímido, pero tenía unas tremendas ganas de aprender. Sus intentos por labrarse un futuro terminaron aquella noche. El 24 de enero tenía 27 años.

Enrique Valdelvira Ibáñez, era todo sentido común. No era en absoluto el típico abogado que recitaba leyes jurídicas, sino todo lo contrario: siempre tenía una solución imaginativa para todos los casos. Además de trabajar en otro despacho de la calle Magdalena, era profesor de historia en un instituto privado. Un gran orador y un gran maestro. Hay quien piensa que de haber tenido oportunidad de hablar aquella noche, hubiera podido cambiar el curso de los hechos. El 24 de enero tenía 34 años.





Luis Ramos Pardo, tenía otro despacho en Alcalá de Henares. Era una persona seria, o al menos eso parecía. Casi siempre estaba callado. En silencio. También cuando trabajaba. Era una persona muy serena en todo lo que hacía. No se alteraba. Fue uno de los primeros en pedir ayuda. Y lo hizo sin sobresaltos. Sin aparente nerviosismo. Lo que allí ocurrió se le clavó en lo más profundo, como a todos, pero él prefirió guardárselo para sí mismo. El 24 de enero tenía 37 años.

Miguel Sarabia Gil, tenía una sorprendente capacidad para recordar cada uno de los detalles que habían ocurrido aquella noche de forma minuciosa. Era un excelente narrador, también había sido profesor, y contaba las cosas de forma exacta, precisa y directa. Lo que asombraba a unos y molestaba a otros. Una persona comprometida con su trabajo, y que lo llevaba a cabo como si con cada caso estrenara su título de abogado: con una fascinante ilusión. Fue el único que intentó escapar aquella noche. El 24 de enero tenía 49 años.

Dolores González Ruiz,  es dos personas diferentes. Por un lado está la mujer alegre, serena y  llena de fortaleza que era antes de los trágicos sucesos de la noche del 24. Por otro lado, está la mujer que nació después de aquella noche. Dolores cambió por completo. Nunca volvió a ser la misma. Un día, una noche, apenas unos minutos, en los que le robaron su libertad, le borraron la sonrisa, la apartaron de Javier y la sumergieron en el silencio. El 24 de enero tenía 31 años.

Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, nació dos veces en Madrid. Había estudiado derecho en la universidad con su gran amigo Luisja. Sin embargo, siempre le habían apasionado la literatura, el teatro y la poesía. Quizá por ello ha comenzado a escribir sobre la noche del 24: hace lo que le gusta al mismo tiempo que se desahoga. No quiere venganza. A pesar de todo, sigue siendo fiel a los principios del derecho y creyendo en la justicia, que será la que decida. El 24 de enero tenía 30 años.

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